domingo, 5 de octubre de 2014

Pisco vs Tequila

Una bebida característica de la cultura mexicana, es sin duda, el tequila, sí bien también existe el mezcal, aguardiente, tepache y pulque, a nivel internacional el atractivo que tiene la bebida de agave azul es impresionante, por eso y más merece todo mi respeto. Debo confesar que pasé más de diez años de mi vida evitando el tequila por culpa de mi primera borrachera (de eso no me gusta ni acordarme), pero una vez que conoces el cariño que le tienen los extranjeros a esta peculiar bebida y al delicioso sabor de las margaritas, comience a agarrarle cariño.

Durante mi estadía en el Perú aprendí a valorar más mi país y sus encantos, una vez que dejas tu tierra te conviertes en un embajador que se encarga de realzar todo lo bonito que tiene México; pasas por la etapa de defender a toda costa tu acento, tus costumbres y la comida de tu país. Sin embargo, enfrentarme al pisco, definitivamente, no fue una tarea fácil. El pisco deriva del destilamiento de la uva y tiene un sabor bastante fuerte, sucumbí ante sus encantos en varias ocasiones, más de las que me gustaría reconocer, pero yo les pregunto a aquéllos que lo han probado: ¿Cómo no hacerlo? Sí te ofrecen una variedad de coctelería preparada con este delicioso elixir. La contienda entre Chile y Perú sobre el origen del pisco, desde mi punto de vista no tiene razón de ser el pisco es peruano y punto, lo siento amigos chilenos.

Llegado este momento pueden decir que mi lado peruano se realza en cada línea, pero en verdad no hay mucho que yo pueda hacer, cuando pruebas tu primer pisco sour la vida te cambia, tiene una consistencia maravillosa no es líquido completamente, ya que esta bebida es espesada con clara de huevo, ustedes pensarán: ¡Qué horror! Sí yo también lo pensé, pero jamás notarás un mal sabor, todo lo contrario tu paladar se deleita con cada trago y combinado con una causa rellena de mariscos, un chicharrón de pescado con leche de tigre o un rocoto relleno, puedes decir que conoces el cielo, gracias por eso mi querido Perú.

El pisco sour original es de limón, uno de los mejores que probé se sirve en el Hotel Bolívar, ubicado en la Plaza San Martín. Pero esta preparación también puede ser mezclada con diferentes frutas lo que la hace aun más increíble, tuve el placer de probar chica sour, maracuyá sour y camu camu sour, todos ellos son una verdadera delicia. Por esta y muchas más razones disfruté tanto mi estadía en el Perú, encuentras excelente comida y bebidas a un muy buen precio, no necesitas ir a un restaurante de lujo para comer rico. Aún así después de seis meses comencé a soñar con comida mexicana y supe que a pesar de las delicias que me ofrecía mi querido Perú, uno siempre tiene que recargar energías con una tortita al pastor o unos taquitos de suadero.

Algo muy curioso es que no muy lejos de Lima, a unas tres horas en carro, hay un lugar llamado Pisco, es una pequeña ciudad que queda camino a la Reserva de Paracas, en mi mente estaba el hecho de que sería un lugar como Tequila, Jalisco, por eso hice todo lo posible por llegar ahí, tuve que tomar un taxi ya que no había transporte público a ese lugar, pero me llevé una gran sorpresa cuando llegué y pregunté por lugares en dónde podía comprar pisco, no sé, alguna fábrica, algún museo, pero las personas me miraban indiferentes y dijeron que no existía algo así, que ahí no vendían pisco... ¡No venden pisco, en Pisco! Vaya sorpresa, debemos comenzar una campaña para hacer de Pisco un lugar para el pisco ¿quién a favor?

Así que definitivamente en esta batalla no puede haber un ganador, el único perdedor es mi cartera porque NECESITO regresar al Perú con frecuencia, sino mi vida ya no tendría sentido.


La cultura mexicana en América Latina

De las primeras cosas que escuchas cuando te presentas como mexicana en América Latina es: "claro yo veía el Chavo, con las tortas de jamón y el agua de jamaica que sabe a tamarindo", debo de admitir que no es algo muy alentador, y más cuando perteneces a ese grupo de personas a las que sus padres les prohibían ver el Chavo del Ocho, pero después de un tiempo le tomas cariño al asunto, hasta empecé a ver capítulos para sentirme más mexicana (jajaja) y aprendí a valorar ese símbolo que le permite a los mexicanos conectar con sus hermanos latinos.

Quedé completamente atónita cuando un peruano me dijo: "yo he aprendido mucho con el Chavo del Ocho, te enseña valores como el respeto y la amistad". Yo estaba en el Perú cuando falleció Chespirito y muchas, en verdad muchas personas me dieron el pésame, incluso un profesor de la Universidad nos envió un correo electrónico con condolencias. Ahora entiendo que ese programa forma parte de la niñez de la gente en Latinoamericana y me siento muy orgullosa de que sea una creación mexicana y que gracias a ello me regalan una sonrisa cuando saben que soy mexicana, eso es algo verdaderamente inigualable.

Al igual que el Chavo del Ocho, las telenovelas mexicanas son transmitidas en este lado del ecuador y el público las recibe con mucho entusiasmo, no podemos negar que todos (o casi todos) hemos sucumbido bajo los encantos de alguna telenovela. Como bien dicen los dichos, nunca valoras lo que tienes hasta que lo pierdes, y ahora que me encuentro lejos de mi querido México he aprendido mucho.

Recuerdo cuando estaba en un tour en las minas de Potosí, Bolivia, eramos un grupo de quince extranjeros de diferentes nacionalidades, la mayoría de ellos europeos, todos nos presentamos y dijimos de donde veníamos, cuando el guía escucho que era mexicana me hizo una gran fiesta, nos tomamos una foto juntos y todo el camino me decía "aquí wey", "con cuidado wey", "viva México cabrones", lo amé con todo mi ser y por supuesto le enseñé otras frases, pero me sorprendió mucho cuando me dijo que casi no van mexicanos ahí ¡es enserio! Amigos los invito a viajar por América Latina, es una experiencia que jamás olvidarán.

Otras cosas que sueles escuchar de las personas son: "yo he ido a México, estuve en el Zócalo, una cosa enorme", "tengo familia viviendo en México", "yo trabajé un tiempo en México", y eso me encanta porque demuestra esa conexión tan maravillosa que tenemos. Todos los mexicanos, dígase gobierno y ciudadanos, tenemos un gran compromiso con nuestros hermanos latinos, no debemos olvidar que somos un frente común ante las adversidades de este mundo globalizado.







Universidad Científica del Sur

Ahora que ya estoy en tierra inca es momento de hacer una pequeña confesión: elegí estudiar en la Universidad Científica del Sur (UCSUR) sólo porque estaba a un lado de la playa. ¡Error! La playa de esa zona está desierta, hay muchas rocas y es mar abierto, imposible poder nadar o siquiera hacer un picnic. ¡Ohhh sorpresa! Pensé que haría calor todo el año al ser una zona costera. ¡Error! Llegué en agosto y hace mucho frío, sólo traje una chompa (chamarra) y la he usado prácticamente todos los días. ¡No, no es gracioso! 

Algo que definitivamente disfruto es que nunca llueve en Lima, ya sé, algunas personas (extranjeras también) dicen que se ve sucio porque se acumula el polvo en los techos de las casas o porque las calles tienen mucha tierra. ¡Pero a mi me encanta! Afortunadamente, nunca nos ha faltado el agua en Acapella (nuestra casa rentada), se encuentra en los límites de Miraflores y Surquillo, pero me imagino que al ser un lugar desértico debe haber problemas con el suministro de agua. 

Esto nos trae a colación un tema muy importante: las diferencias sociales en Lima son muy marcadas, al igual que en el Distrito Federal. La UNAM es una universidad pública y debo de admitir que sí sentí ciertas diferencias al asistir a una universidad privada como la UCSUR, yo soy hija del sistema público de educación y definitivamente no me arrepiento. Lo que más disfruto de esta Universidad son las instalaciones, la escuela está en un lugar fuera de la ciudad, con espacios grandes y verdes. Ahora es momento de una gran anécdota.

Una ocasión se me ocurrió tomar una ruta distinta para llegar a la Universidad, estaba en la avenida Caminos del Inca y pregunté a los despachadores sí había un bus (camión) que me llevara a Villa el Salvador, a la UCSUR, el chico que cobraba los pasajes me miró y no muy convencido me dijo que si. Yo asumí que muy probablemente no me dejaría en frente de la escuela como el Metropolitano, pero si a una cuadras de allí, entonces abordé el bus y por aproximadamente 45 minutos disfruté de un paisaje muy distinto pero igualmente bonito. Esa definitivamente era otra parte de Lima, nunca antes explorada por mí pero si muy familiar, me pareció estar en el Estado de México. 

Desde el Metropolitano (el cual corre por la carretera Panamericana) sí miras a la derecha tienes una hermosa vista al mar, sí miras a la izquierda puedes ver cerros color café claro, con muchas casas sobre ellos, una casa tras de otra, en otras partes sólo está el cerro de arena con pequeñas construcciones en las faldas; en ese momento pensaba en lo que pasaría sí lloviera muy fuerte y el cerro se desmoronara sobre las humildes casas. Este paisaje no es nada nuevo para mí, para ser sincera me sentí en casa. Después de dejar a un lado mis pensamientos me concentré nuevamente en el camino y me dí cuenta que ya llevaba más tiempo de lo debido abordo del bus, así que le pregunté al despachador cuándo nos íbamos a acercar a la costa, en específico cuándo íbamos a pasar por la UCSUR, él me miró desconcertado y comentó "ya pasamos la universidad hace tiempo", entonces comprendí que estaba pérdida y era momento de buscar una forma de acercarme a la Panamericana, así que simplemente me bajé.

Una vez abajo, pregunté a un grupo de señores cómo podía llegar a la UCSUR, ellos no tenían idea de dónde estaba esa escuela, así que les pregunté cómo podía acercarme a la costa o cómo podía llegar a los Pantanos de Villa (una hermosa reserva que está justo al lado de la universidad), me señalaron un bus y decidí subirme, esta vez le pregunté al conductor sí pasaba por alguna estación del Metropolitano, pero me dijo que no, que sólo iba de frente (todo derecho para los mexicanos) y no había forma de que algún bus me dejara por ese rumbo, sólo le pedí que me dejara lo más cerca posible de los Pantanos de Villa y terminé bajándome prácticamente en medio de la nada.

Ya para ese punto estaba asustada, los peruanos no suelen ser muy carismáticos y fruncen mucho el ceño, un panorama nada alentador en mi situación. Me acerque a una señora que iba descendiendo de un mototaxi y le pregunté -con evidente desesperación- como podía ir a la Panamericana, en específico a la estación Villa el Salvador del Metropolitano, ella me dijo que no había trasporte hacía allá, miré a mi alrededor y sólo veía unas cuantas casas, arena y más arena, misma que podía sentir en mis ojos y boca, la señora notó mi desesperación y le dijo al conductor del mototaxi que me acercará a la carretera, pero él por supuesto frunció el ceño y dijo que esa no era su ruta. La señora insistió y afortunadamente el conductor asintió con la cabeza, escuché el motor por unos diez minutos hasta que la persona me dijo que ese era el final de mi viaje, pues ahora tendría que caminar todo de frente hasta llegar al Metropolitano, yo simplemente le pagué, ni siquiera recuerdo cuánto, y le agradecí con una sonrisa probablemente muy fingida (dato curioso yo siempre me la paso sonriendo).

Yo sólo podía sentir la arena lastimando mis ojos y un hueco enorme en el estómago, ya tenía mucha hambre; el paisaje era exactamente el mismo, sólo se añadió una fábrica enorme. ¡Claro que tenía miedo! Era el escenario perfecto para un secuestro, además hay que tomar en cuenta que vengo de un país en donde en este momento la guerra contra el narcotráfico coloca en los titulares de los periódicos a al menos cinco muertos diarios. Caminé lo más rápido posible, la verdad no recuerdo por cuánto tiempo, cuando al fin pude ver el asfalto y el puente amarillo que conectaba el Metropolitano con la UCSUR sentí una felicidad enorme, lo único que vino a mi mente fue el sánguche que iba a comprar apenas llegara a la universidad. Evidentemente perdí mi clase, pero en ese momento no me importó, lo único que sabía es que jamás volvería a tomar una "ruta alternativa", por lo menos no sola, me gustó la parte de conocer una de las tantas realidades que se viven en Lima, pero no lo volví a hacer.

La reflexión que me deja esta aventura tiene que ver con la desigualdad que se vive día a día, tanto en Perú como en México, y no sólo en aquella ocasión que me perdí y pude ver ese otro lado más de cerca, ésta, desafortunadamente es una situación arraigada a nuestra cultura. El camino para combatirla es largo, pero definitivamente es algo en lo que quiero participar; yo sabía que saliendo de ahí iba a comprar algo de comer, porque tenía el dinero para hacerlo, pero hay personas que no tienen las mismas posibilidades y a ellas son a las que debemos ayudar.







Tráfico en Lima y el diccionario peruano-mexicano

Después de disfrutar por dos meses de este bello país, una de las cosas que más llama mi atención es la forma de hablar de los peruanos, tienen un acento muy peculiar, desde mi punto de vista es muy neutral no suelen alzar la voz con frecuencia ni siquiera en el transporte público, es decir, nunca me han deleitado con una gran carcajada o con la ruidosa venta de productos, eso si, el tráfico peruano es una cosa seria.

Algunas de las palabras que más llaman mi atención son:

Dejo-Jerga
Malogrado-Descompuesto, Roto
Chevere-Bonito, Padre
Brabazo-Excelente
Palta-Aguacate
Chompa-Chamarra

Siempre reconocen mi acento mexicano porque tienen acceso a la Rosa de Guadalupe y al Chavo del Ocho, entonces es muy usual percibir risas cuando digo cosas como "mero" (dígase a la mera hora o ya merito) o la frase frecuente "habla como en la Rosa de Guadalupe", es algo muy gracioso. Una vez un compañero me preguntó cómo le decíamos a los sacerdotes, sí utilizamos la palabra padre para decir chevere (jajaja).

Como buena mexicana en México, solía renegar del tráfico en mi país, porque es un hecho que no se respetan los semáforos ni los pasos peatonales, pero el tráfico en la increíble Lima me ha dejado sin aliento. Para llegar a la Universidad Científica del Sur puedo tomar el Metropolitano que para justo frente a la escuela o hay un trasporte privado que nos lleva con toda la comodidad del mundo, pero necesitamos conocer cada aspecto de una Ciudad y el transporte público siempre es interesante, pregúntenle a alguien que ha estado en metro Hidalgo a las siete de la tarde.

Sí visitas Lima no puedes perderte de la increíble experiencia de viajar en combi. La aventura comienza al intentar detener una sin se atropellado, ya que viajan a una gran velocidad y la gente debe subir rápidamente sino quiere ser regañada por la persona que recolecta el pasaje, así es, incluso con el reducido espacio dentro de este transporte hay alguien que viaja parado, con el cuello torcido y la puerta casi siempre abierta. Me encanta el sonido de las monedas cuando las hace saltar en la mano y el clásico "TODO ANGAMOS, TODO ANGAMOS", gritan el nombre de las avenidas por las que pasa el transporte.

En una ocasión viaje en el asiento del copiloto de una combi y fue una de las experiencias más extremas de mi vida, me sujete todo el tiempo con ambas manos y en muchas ocasiones pensé que chocaríamos, mis respetos para las personas que manejan en esta bella ciudad. El tema con Lima no son los 9 millones de personas que la habitan, sino los espacios tan reducidos que habilitaron como calles y banquetas, por ello se aglomera la gente y el tráfico es terrible, mucho mucho peor que en México. Todos los días al regresar a Acapella (nuestra casa) agradezco estar viva y haberme salvado de ser atropellada, incluso parada en una esquina esperando el alto corro peligro, los carros suelen rebasar por cualquier lugar, irónicamente, no suelo escuchar muchas groserías como uno podría imaginarse, creo que ellos ya saben cuáles son las reglas del juego, eso sí el claxon ha sido el sountrack de mi vida en Perú.

Pero aún con el tráfico y el caos de mi querida Lima no puedo dejar de cruzar la Avenida Angamos para comprar mi chaufita con una Inca Kola bien heladita y mi sanguche con su chicha morada.